La actividad física, una ayuda en la batalla contra el Alzheimer

Nuevas pruebas demuestran que el ejercicio físico sirve para proteger el cerebro frente a los avances del Alzheimer, incluso en las personas que presentan mayores riesgos de desarrollar la enfermedad.

Desde hace algunos años, varios especialistas vienen sugiriendo los efectos positivos de la gimnasia para detener los avances de este mal, que se convirtió en uno de los fantasmas más temidos de la vejez.

Ya en 2002 Carl Cotman, director del Instituto de Envejecimiento Cerebral y Demencia, líder mundial en la investigación del mal de Alzheimer, señaló: “Por medio del ejercicio físico nuestro organismo produce una serie de moléculas capacitadas para aumentar la plasticidad de las neuronas, mantener su función en el tiempo y estimular la formación de las mismas”.

La neuróloga platense Diana Cristalli coincide sobre los beneficios de la gimnasia en pacientes con Alzheimer: “A lo largo de estos años he visto la alta eficacia que la Educación física tiene en casos de deterioro cognitivo”, aseguró la neuróloga, y explicó: “La práctica regular aumenta el volumen del hipocampo, por lo que debemos incorporar el ejercicio a los tratamientos”.

En cuanto a los efectos de la actividad física sobre el cerebro, la última investigación que se conoció fue desarrollada por investigadores de la clínica Cleveland, de Estados Unidos. Se basaron en un seguimiento a casi 100 personas: hombres y mujeres de entre 65 y 89 años, muchos con antecedentes familiares de la enfermedad.

El Alzheimer se caracteriza por una progresiva pérdida de memoria y deterioro cognitivo, y puede afectar a cualquiera. Sin embargo, recientemente se descubrió que quienes portan una variación específica del gen conocido como alelo ApoE epsilon4 (se abrevia como e4) corren mayor riesgo de desarrollar el mal.

Algunos de los voluntarios que fueron objeto de la última investigación difundida portaban el gen e4, pero ninguno presentaba señales de perdida de memoria ni de deterioro cognitivo.

LA INVESTIGACION

Sin embargo, los especialistas sostienen que el mal de Alzheimer comienza alterando la estructura y el funcionamiento del cerebro mucho tiempo antes de la aparición de los primeros síntomas.

El resultado que arrojó la investigación determinó que el ejercicio físico incide positivamente sobre los avances de la enfermedad.

En relación al funcionamiento del cerebro, el seguimiento demostró que las personas de edad avanzada con el gen e4 que se ejercitaban regularmente mostraban mucha más actividad cerebral durante las pruebas cognitivas que las que no se ejercitaban y también portaban el mismo gen.

Luego de la primera investigación, los científicos realizaron un segundo estudio para determinar la incidencia de la gimnasia sobre la forma física del cerebro. Quisieron determinar si el ejercicio afectaba también a la estructura, ya que el hipocampo (fundamental para el procesamiento de la memoria) de las personas con Alzheimer aparece considerablemente más encogido que el de las personas de la misma edad sin la enfermedad.

Para esta etapa, los voluntarios fueron divididos en cuatro grupos, según su nivel de e4 y sus hábitos de ejercicio. Uno de los grupos estaba formado por quienes tenían el gen e4 y hacían ejercicio; otro por los que tenían el gen y no se ejercitaban; y los otros dos por personas sin el gen que hacían y no hacía gimnasia de forma regular.

Los médicos los sometieron a un escaneo cerebral para determinar la forma del cerebro en general, y del hipocampo en particular. Dieciocho meses después repetirían el estudio.

LOS RESULTADOS

Durante ese lapso, las personas con el gen e4 que no se ejercitaban sufrieron una atrofia significativa del hipocampo: se había reducido aproximadamente un 3 por ciento en promedio.

En cambio, los voluntarios con el gen que realizaban actividad física no presentaron un achicamiento del hipocampo. Tampoco en los dos grupos sin el gen se percibieron cambios en esta región.

Las personas físicamente activas con alto riesgo de Alzheimer mostraron un aspecto del cerebro similar al de quienes presentan menos riesgos. Por lo que se concluyó que el ejercicio tiene efectos protectores.

Según dedujeron los médicos, el ejercicio contrarrestaría los efectos indeseables del gen e4, que alteraría el metabolismo de la grasa dentro del cerebro.

“Existe abundante evidencia a favor de la actividad física y sus efectos beneficiosos sobre el rendimiento cognitivo”, afirma Diego Sarasola, médico especializado en neuropsiquiatria, y director del Instituto platense de Neurociencias Alexander Luria.

“La actividad física favorece la disminución de los factores de riesgo cardiovasculares, como sedentarismo, obesidad, diabetes y dislipemias. Muchos de estos factores de riesgo cardiovasculares también se ha demostrado que lo son para la enfermedad de Alzheimer”, explica Sarasola.

La neuróloga Cristalli realizó un seguimiento de sus pacientes para determinar los efectos de la educación física. Uno de los casos que registró es el de una mujer de 79 años con demencia vascular. Antes de iniciar el tratamiento, que incluía movimiento corporal, presentaba fuerza muscular por debajo de lo normal, no lograba pararse por sus propios medios ni avanzar sin la ayuda de una persona. Al año de ejercitarse la paciente pudo pararse y avanzar sin asistencia. Además logró comprender y realizar consignas que antes no entendía.

Javier Basaldua, uno de los profesores de gimnasia del equipo de Cristalli, señala: “Los resultados conseguidos en todos estos años mostraron mejoras significativas de las pacientes, desde lo motor en general, hasta el mantenimiento de funciones cognitivas y lo afectivo emocional”.

Fuente Diario El Día

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